lunes, 4 de abril de 2011

Microcuentos varios II


Hartazgos literarios por C.C.

Mi abuelo era un clásico caballero decaído, que leía el diario pausadamente y tomaba su café con un terrón de azúcar, ni muy amargo ni muy dulce, como solía decir él. El aroma debe permanecer intacto- me explicaba. En definitiva, era un hombre sentimental.
Cuando una tarde, entre la polvareda del ático, encontré su ilegible diario, supuse que se enojaría. A la mañana siguiente, tras una serie de indirectas e indiscreciones, subí nuevamente al ático. No me sorprendió escuchar pasos silenciosos detrás de mí. No me sorprendió, tampoco, que una figura encapuchada y decaída me asechara desde las cortinas. No me sorprendió siquiera que se dispusiera a atacarme y herirme seriamente. Algo que, sin embargo,  si me sorprendió; fue que, al quitarle la máscara a la figura encapuchada, no fuera mi abuelo.


Niht maere  por C.C


Me levante temprano en la mañana, levanté una toalla para así finalmente poder tomar un baño; conforme dejaba mi habitación escuché pasos detrás, siguiéndome. Aquello era imposible, ya que en el mundo solo estábamos los dos. Abrí la puerta del baño procurando que los fantasmas no me escuchasen; pero fue inevitable y se lo llevaron. Me quede solo, cerré la puerta del baño y fui a la cocina. El cajón estaba abierto, tomé un cuchillo y lo acerqué a mi garganta. La presión del cuchillo sobre mi cuello lograba que se me hiciera dificultoso respirar, presione mas, mientras el cuchillo se hacía parte de mi. Finalmente, nos convertimos en uno solo.
Y los fantasmas dejaron de existir.
 

La partida por J.D.

Para Xavier Corral

El hombre miraba sus piezas cuidadosamente. Reservaba muy pocos movimientos: quizá encerrar a su rey tras una ostentosa torre nívea o devorar un par de fichas anheladas. Sólo una suerte de indefensos peones se interponían entre los dos. Lentamente, retrocedió el alfil que estaba forzando.
Esbozaba una ligera sonrisa, todavía cuando su rey cayó silencioso. Con su última mirada abarcó a Cáncer. Se miraron honrosos como dos reyes tras una ardua partida.




La omni-impotencia de Aquiles por J.D.


Para Aquiles, el inmortal, todo estaba permitido. Atemorizar a los mas fieros leones; embaucar a los mas grandes pensadores; tomarse a las mas bellas princesas, bien fuera por su fuerza o por la destreza infinita que poseía.
Cuando le preguntamos cómo había podido perder contra una simple tortuga; el afirmó virtuoso que su moral, que su integridad le habían obligado; dijo también que no habría sido ético vencer a una joven tortuga soñadora. Cuando Zenón, sin embargo le presentó su paradoja, Aquiles quedó desplomado, mostrándonos de pleno su talón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario